Mejor y más rápido que en el cónclave vaticano, a la primera
salida: Habemus papa. Comenzamos la Semana Sana con una buena tajada y es que
ya tocaba. Pero he llegado a la conclusión que el secreto de un buen pedal es
poder soportar la resaca del día siguiente o no pensar en ella mientras la
trabajas cuando rondas los 40, porque a lo mejor acabas echándote atrás.
Y eso que el proceso actual es bastante “light”: vas a tomar
unas rondas (4 máximo), luego a cenar con un poco de vino (1 botella para dos),
después un par de copas y... estás destrozado. La música es mala y estar de pie
más de cinco minutos hace que tus riñones chirríen como las puertas de una
mansión encantada. Normalmente, vuelves a casa en taxi y tomas algo antes de
acostarte, pero da igual. El clavo matutino es inevitable.
Ni Ibuprofeno 500, ni Espidifren, ni ostias en vinagre con
zumo de tomate y tabasco. El mejor remedio para evitar “el clavo del día
después” (aquí si que deberían inventar las farmacéuticas una píldora eficaz)
es la edad. Yo con 18, 19 incluso si me apuras con 26 años, me agarraba
borracheras Nivel Leyenda, a veces incluso haciendo dobles figuras: kinito a
claro con gas, machacados, cubatas, ocho de la mañana, barra de pan y periódico;
tanto jueves, viernes y sábado de un mismo finde y volviendo a casa andando que
te habías fundido hasta el dinero del creditrans.
Y es que la juventud es lo que tiene, por mucho que digan,
que la experiencia es un grado, la inexperiencia o inconsciencia en este caso
es otro. Bebíamos como si no hubiera un mañana y al día siguiente te levantabas
como un campeón. Desayunabas lo primero que saltara de la nevera (o comías
directamente, según la hora) duchita, y a coger sitio para el kinito que para
las cuatro ya había cola. Y otra vez a darlo todo. Este país, queramos o no,
tiene arraigada la cultura del bebercio en los genes. Además de otras virtudes,
como defraudar a Hacienda, copiar en los exámenes o ser de fácil soborno, lo del
beber, ¡ay amigo!, es innato y como dice la bilbainada, en eso nos conoce hasta
el Papa.