Ahí estábamos todos apiñados.
Principalmente blancos, un negro a lo sumo. El más duro obviamente. Ninguno
sabía muy bien qué esperábamos, pero ya no había vuelta atrás. La mayoría
crecimos juntos en este sitio. Nos conocíamos de toda la vida. Éramos tan iguales
que parecíamos familia. Hubiera sido divertido conocer a los padres de alguno
de ellos. Pudo ser el mío. Menudo cabrón, se marchó pronto, pero es que nadie
querría estar aquí. De repente empezaron a empujar. Era imposible detenerlo. La
presión era cada vez mayor. Lo siguiente, fue verme acercándome a un espejo.
Ese fue el final.
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